BULTOS QUE SE MENEAN. Las bolsitas del señor López


BULTOS QUE SE MENEAN.
Las bolsitas del señor López
Lopecito
El “caso López” tuvo tanto impacto en la escena política argentina que preferimos empezar la nota por el caso particular, por su dimensión –digámosle así- anecdótica.
No tiene sentido dilucidar ahora si se trata de una operación de inteligencia ilegal, de un montaje periodístico, de una traición acordada o de un momento de enajenación o locura. Las imágenes, propias del neorrealismo italiano, son elocuentes y se vuelven abrumadoras. La cadena nacional sólo muestra corrupción K, mientras oculta cuidadosamente la del gobierno actual y el stock histórico acumulado por sus funcionarios, gerentes y mandantes. El personaje –el ing. José López- fue 12 años secretario de nuestro gobierno y acredita larga trayectoria en el kirchnerismo. No es un empresario más o menos vinculado ni un aliado circunstancial o un personaje de reparto que viene de las noticias policiales o de la farándula. Ha sido un hombre de nuestra gestión y de nuestro movimiento.
Su actitud es condenable e indefendible, y no merece disculpas ni atenuante ni en la faz individual –ha de hacerse cargo de sus actos- ni en la dimensión política, en que produjo un daño enorme. Ninguna solidaridad de partido excusa delitos individuales ni ha de protegerlos. Y mucho menos obliga para con él a la inmensa cantidad de adherentes, militantes y dirigentes que con esfuerzo, honestidad, convicción y compromiso sostiene nuestra causa.
Nuestra condena a López es –como ha de ser, como ha sido- clara y categórica.
Ni es golondrina sola ni hace verano, pero quema
No debemos limitarnos al repudio a la persona de López y su exclusiva individualidad.
Y tampoco perder de vista, al analizar los casos particulares y nuestra propia responsabilidad como fuerza política, cuál es el marco y la utilización que se hace de “la corrupción”, quiénes lo hacen y para qué.
La corrupción es un tópico permanente en la historia argentina, ha sido argumento contra todos los gobiernos populares, y ha figurado en todas las proclamas golpistas. Cerrado el ciclo de los golpes promovidos por los EEUU y las oligarquías latinoamericanas, desde hace años advertimos una crítica interesada y de idéntico formato, que recorre América Latina apuntando hacia los gobiernos que buscan afianzar soberanía y distribuir riqueza.
Desde cadenas de propaganda enemiga y agencias de extorsión y calumnia se profiere un vendaval de malas noticias -reales, amplificadas o inventadas- que instala una  agenda pública destinada a erosionar gobiernos, agenda que tiene tres temas primordiales: corrupción, inseguridad e inflación. Sabiéndolo desde hace tiempo debimos –y deberemos- prestarle más atención y cuidado.
Con claridad lo señalan por estos meses el vicepresidente boliviano Alvaro García Linera (1) y el intelectual brasilero Emir Sader (2).
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Destaquemos otro punto: la corrupción suele presentar coartadas o justificaciones en sordina. No falta quien argumente que es mal necesario para financiar la política, pero aquel argumento es peligroso, ya que una vez cruzada la línea de la malversación de fondos y la falta de honradez en la administración de dineros públicos, la frontera entre el uso para la causa colectiva y el lucro personal se vuelve difusa. La corrupción de dirigentes es perniciosa en la propia dimensión política porque desgasta la credibilidad del proceso. La desgasta de cara a la sociedad respecto de la fuerza política, y la desgasta entre los militantes propios, poniendo en crisis la fe en la causa compartida. Cualquier discurso épico y heroico, cualquier enunciación ideológica igualitarista y solidaria, se ve lesionada si dirigentes que la encarnan -o sólo la invocan- aprovechan el proceso para su propio privilegio. Nuestra fuerza política debe terminar con los privilegios, y no transferirlos de unos a otros.
Primero la condena, el juicio viene al final
Dicho esto –que la corrupción es repudiable tanto en su dimensión  individual como colectiva- se impone dar marco político a este debate sobre la corrupción.
Pretender que sea un problema exclusivo de los gobiernos populares es una falsedad enorme que se busca instalar sistemática e interesadamente. Si bien se trata de un problema en todos los regímenes, en todas partes y en todas las épocas, con mayor o con menor caladura, creer que la política se organiza o se concibe en torno a la corrupción es un error de proporciones. Error que no tiene nada de casual, y al que se busca consagrar culturalmente para no discutir sobre intereses, conflictos, apropiación de la plusvalía o causas de la dependencia.
No se trata de una ola de preocupación moral por corregir la corrupción, sino de una utilización interesada de hechos –reales, exagerados e inventados- para desacreditar, dividir e inhibir al FPV e impedir que vuelva a gobernar alguien que afecte privilegios oligárquicos y cuestione el alineamiento con EEUU. No les interesa corregir errores.
Quieren un castigo ejemplar para las fuerzas políticas que distribuyeron riqueza y afianzaron las soberanías nacionales. Buscan escarmentar a sus líderes, intimidar a los dirigentes, avergonzar a los militantes, dividirlas y alejar al pueblo de ellas. Convencer de que cualquier cuestionamiento al poder oligárquico implica una respuesta brutal, y que el resultado final aconseja no intentarlo siquiera. Quieren convencernos de que cualquier bienestar de las mayorías es insostenible, y que los líderes populares no pretenden la justicia social sino enriquecerse ellos mismos. Los casos López les vienen bien, pero si no los hay los inventan. La arbitrariedad contra Milagro Sala en Jujuy no tiene antecedente en democracia.
En esa línea, la persecución judicial hacia Lula, Dilma o Cristina Fernández busca además evitar que sean candidatos en las elecciones, en una suerte de moderna proscripción. El hostigamiento judicial que soportan es grosero, y contrasta con las tardanzas de la Justicia en tantos casos. Papel Prensa, por ejemplo, cumple 40 años.
Una nueva Inquisición
América Latina asiste a una nueva etapa de recolonización, a tono con un nuevo ciclo del capitalismo global y a un reacomodamiento de las prioridades de política internacional yanqui. En nuestra región sudamericana se nota particularmente ese accionar en que se conjugan grandes porciones de los poderes judiciales, servicios de inteligencia y empresas de comunicación masiva, todos muy entrelazados y con clara relación de dependencia hacia usinas imperiales.
La profusión de viajes de capacitación de jueces, periodistas y fiscales a los EEUU habla por sí sola, y no empezó con este gobierno. Los festejos de La Embajada deslumbran y convocan. Se promueve un discurso moralista mientras se despliegan redes de espionaje para extorsionar, vigilar o vulnerar actores políticos. Buena parte de los poderes judiciales de América Latina ha sido colonizada y responde, de manera directa o solapada, parcial o tangencialmente, a pautas o instrucciones dadas desde instituciones y agencias de inteligencia de los EEUU, así como a grupos oligárquicos locales con alto grado de internacionalización.
No faltará quien niegue esas operaciones, aunque sean calcadas en su proceder. Así se montó el golpe contra Lugo en Paraguay, así se desestabiliza Venezuela, así se apartó a Dilma y así se trabajó para que pierda las elecciones Evo Morales en Bolivia. Al final, el cuento del hijo era inventado, pero el show montado burdamente y multiplicado al infinito por las empresas de medios ya había impactado.
A quien diga que exageramos y nos recite un libreto zonzo sobre la corrupción podemos responderle con cine de Hollywood: recomendemos “Escándalo americano” (American hustle), en que un oscuro agente de inteligencia trama una operación para ganarse un ascenso, para lo cual amenaza y recluta un delincuente menor, al que obliga a insistir e insistir con sobornos, hasta hacer caer y filmar, a un político popular en un suburbio neoyorkino.
La ley del arrepentido es otra herramienta para fortalecer este nuevo Santo Oficio de la Inquisición.
Más circo que pan
En ese campo de disputa política sólo se mira la corrupción por bando, se la busca exhaustiva y sistemáticamente en el del adversario, mientras se la esconde, tapa y disimula en el propio.
Los mecanismos de construcción de prestigio levantarán toda noticia u opinión que les permita construir y alimentar la mentira, para luego buscar presionar a miembros del poder judicial en farsas elaboradas a designio. Si usted quiere tener cinco minutos de fama tiene hoy un rebusque: consiga un operador periodístico amigo y ofrézcase para explicar cualquier disparate sobre la trama iranio-K de corrupción venezolana amparada por sicarios del Papa. No importa si no sabe distinguir a los persas de los esquimales o si piensa que el código de Hammurabi es un videojuego japonés. Igual lo invitarán a programas de radio y TV, lo tratarán con respeto y dirán que usted es un estadista.
En el aspecto local, se busca también desviar la atención sobre el ruinoso camino por el que nos lleva CAMBIEMOS. El propio Julio Blanck editorializó en Clarín del 3 de abril pasado que la corrupción K opera como circo para distraer de los tarifazos y demás consecuencias de la política de Macri.
“Puto y ladrón …”
El revanchismo oligárquico no es nuevo y siempre se presenta declamando buenas intenciones. En tiempos de la Revolución Libertadora hubo una campaña feroz para “desperonizar” al pueblo argentino. El decreto 4161/56 prohibía las palabras Perón, peronismo, etc., y se persiguió a los funcionarios del gobierno caído, al que se acusó indiscriminadamente de corrupción. No faltarían casos verdaderos ni arrepentidos vergonzantes. El odio gorila hizo circular depravaciones del líder, como que tenía un harén de jóvenes militantes de la UES o que científicos alemanes le habían fabricado unas lentes para poder ver desnuda a la actriz Gina Lollobrígida. Además de las fotos de la italiana lanzaron comentarios infamantes atribuyendo al líder una relación homosexual con el boxeador negro Archie Moore, a quien había recibido tiempo antes del golpe cuando la gloria deportiva yanqui visitara la Argentina. La respuesta popular no fue avergonzarse de ser peronista. Aparecieron pintadas diciendo “puto y ladrón, queremos a Perón”.
El gorilismo atribuye semejante consigna a la “incultura de los negros y su ignorancia cívica”, cuando refleja, por el contrario, una alta conciencia política que no se deja engañar, y a la que ninguna anécdota o hecho particular, real o inventado, pone en crisis a la hora de una evaluación racional de las políticas en juego.
Del mismo modo que nadie deja el cristianismo por los crímenes perpetrados en su nombre, o por las faltas de los clérigos. Y así podría efectuarse una relectura política del poema “La calumnia” (3) de Rubén Darío:
Custodiados por expertos
Necesitan armar el show para tapar su propia corrupción miles de veces mayor en la historia y en el presente. Tapar Panamá papers y los muchos casos semejantes que guardan en sus placares. No tienen autoridad moral, son santurrones prostibularios,  puritanos de bragueta abierta.
Al caso López le cabe la sentencia de José de Maistre, uno de los principales idéologos reaccionarios contra la Revolución Francesa, que escribió alguna vez “el mundo está lleno de castigos muy justos cuyos ejecutores son muy culpables”.
En la Argentina hay gentes que tienen enormes privilegios, muchos evidentemente mal habidos, y que gozan de impunidad, gran consagración en los medios de comunicación que manejan, y buena parte de esas riquezas sustraídas a la economía del país y colocada en el extranjero. Los papeles de Panamá son sólo una partecita de una trama organizada para fugar divisas, eludir impuestos y blanquear dinero. Los denunciadores de estos días son expertos en la materia, y conviven con periodistas, actores judiciales y reputados financistas.
El blanqueo (4), la nueva deuda y el decreto para vender tierras a extranjeros son parte de ese nidito primoroso que esconden bien lejos de sus gritos, como los teros.
Mientras claman por un “NUNCA MÁS DE LA CORRUPCIÓN” van construyendo una GRAN AMINISTÍA para sus propias décadas de negociados, fraudes y latrocinios.

(1)  Álvaro García Linera:
Una tercera debilidad que estamos presentando los gobiernos progresistas y revolucionarios es una débil reforma moral. La corrupción es clarísimo que es un cáncer que corroe la sociedad, no ahora, sino hace 15, 20, 100 años. Los neoliberales son ejemplo de una corrupción institucionalizada, cuando amarraron la cosa pública y la convirtieron en privada. Cuando amasaron fortunas privadas robando fortunas colectivas a los pueblos de América Latina. Las privatizaciones han sido el ejemplo más escandaloso, más inmoral, más indecente, más obsceno, de corrupción generalizada. Y eso hemos combatido. Pero no basta. No ha sido suficiente. Es importante que, así como damos ejemplo de restituir la res publica, los recursos públicos, los bienes públicos, como bienes de todos, en lo personal, en lo individual, cada compañero, Presidente, Vice-Presidente, Ministros, Directores, parlamentarios, gerentes, en nuestro comportamiento diario, en nuestra forma de ser, nunca abandonemos la humildad, la sencillez, la austeridad y la transparencia. Hay una campaña de moralismo insuflado últimamente en los medios. En el caso de Bolivia decimos: ¿Qué ministro, qué viceministro, qué Diputado del pueblo, tiene una compañía en Panamá Papers? Ninguno. Pero en cambio podemos enumerar Diputados, Senadores, candidatos, Ministros, de la derecha que en fila inscribieron sus empresas en Panamá para evadir impuestos. Ellos son los corruptos, ellos son los sinvergüenzas y nos acusan a nosotros de corruptos, sinvergüenzas, que no tienen ninguna moral. Pero, hay que seguir insistiendo en la capacidad de mostrar con el cuerpo, con el comportamiento y con la vida cotidiana lo que uno procura. No podemos separar lo que pensamos de lo que hacemos, lo que somos de lo que decimos.
(2)  Emir Sader:
(…) han escondido los grandes avances sociales en cada uno de nuestros países, los han censurado, han tapado las vidas nuevas que los procesos de democratización social han promovido en la masa de la población. Por otro lado, destacan problemas, aisladamente, dándole proyecciones irreales, difundiendo incluso falsedades, con el propósito de deslegitimar las conquistas logradas y la imagen de sus líderes, ya sea negándolas, ya sea intentando destacar aspectos secundarios negativos de los programas sociales. (…)  han promovido sistemáticamente campañas de terrorismo y de pesimismo económico, buscando bajar la confianza de las personas en su propio país. Como parte específica de esa operación están las sistemáticas denuncias de corrupción, tanto a partir de casos reales a los que han dado proporción desmesurada, como en los casos de denuncias inventadas, por las cuales no responden cuando son cuestionados, pero los efectos ya han sido producidos. Las reiteradas sospechas sobre el accionar de los gobiernos producen, especialmente en sectores medios de la población, sentimientos de crítica y de rechazo, a los que pueden sumarse otros sectores afectados por esa fabricación antidemocrática de la opinión pública. Sin ese factor, se puede decir que las dificultades tendrían su dimensión real y no serían transformadas en crisis políticas (…).
Aunque los medios hayan magnificado casos de corrupción, no se puede negar que no hubo control suficiente de parte de los gobiernos respecto al uso de los recursos públicos. El tema del cuidado absoluto de la esfera pública debe ser sagrado para los gobiernos de izquierda, que deben ser los que descubran eventuales irregularidades y las penalicen, antes que sean los medios opositores quienes lo hagan. La ética en la política tiene que ser un patrimonio permanente de la izquierda. La transparencia absoluta en el manejo de los recursos públicos tiene que ser una regla de oro para los gobiernos de izquierda. El no haber actuado siempre así hace que los gobiernos paguen un precio caro, que puede ser un factor determinante para poner en riesgo la continuidad de esos gobiernos, con daños gravísimos para los derechos de la gran mayoría de la población y para el destino mismo de nuestros países.

(3)   Rubén Darío
La calumnia
Puede una gota de lodo
sobre un diamante caer;
puede también de ese modo
su fulgor oscurecer;
pero aunque el diamante todo
se encuentre de fango lleno,
el valor que lo hace bueno
no perderá ni un instante,
y ha de ser siempre diamante
por más que lo manche el cieno.

(4) Darío Martínez
“La propuesta de Macri está pensada para beneficiar a quienes fugaron y evadieron impuestos, y no para aprovechar la inmejorable oportunidad que nos da, al Estado Nacional, que el primero de enero del año próximo, la inmensa mayoría de los países del mundo, incluido varios paraísos fiscales, comenzarán a compartir información bancaria, lo que generará graves problemas a las grandes riquezas en negro para seguir escondiéndose, por lo tanto, podrían ser encontrados por la AFIP.”  
diputado nacional del FPV por Neuquén,  denunció penalmente a Mauricio Macri por los Panamá Papers


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