Industrialismo con historia
Industrialismo
con historia
Cuando se habla del
industrialismo militar -los peronistas y no sólo los peronistas- evocamos la
industria aeronáutica y los aviones Pulqui, Fabricaciones Militares, la
siderurgia, YPF y los astilleros navales. Hacemos referencia a Mosconi, a Savio
y al brigadier San Martín y al almirante Storni. El industrialismo militar no
fue una creación del peronismo, ni el peronismo fue una creación exclusiva del
industrialismo militar, que fue sí una de las vertientes principales que se
catalizaron en el peronismo. Es parte de un proceso que comienza en tiempos del
roquismo, al calor de una nueva perspectiva territorial y de las concepciones
predominantes sobre la guerra. Continúa y afianza su perspectiva durante los
gobiernos radicales y el cambio de escena tras la guerra del ’14, y recorre la
década infame. El peronismo le da su máxima proyección, y luego del ataque del
’55 tiene continuidades parcializadas y acotadas vinculadas a lógicas
corporativas militares que interactúan con los intentos desarrollistas en pugna
con la reacción conservadora del librecambio aperturista. Martínez de Hoz y
Menem suponen los puntos de mayor y más vergonzozo retroceso, y los gobiernos
kirchneristas un impulso revitalizador. El industrialismo militar tuvo
influencia sobre la política industrial en su conjunto, y tuvo su influjo
doctrinario sobre la mentalidad militar.
Aristófanes vivió en la
época en que los griegos no creían ya tanto en sus dioses. En sus comedias se
burla recurrentemente de los fabricantes de arcos y flechas, a quienes acusaba
de ser parte interesada en que las guerras que los desangraban no terminaran
nunca. Preferían que Grecia se desangre para seguir vendiendo fechas, porque no
sabían hacer otra cosa. Cuando el general Eisenhower acuñó la frase sobre el
complejo industrial-militar retomaba aquel argumento.
Nuestro propio complejo
industrial militar, en cambio, ha sido un motor de desarrollo y un constructor
de nuestra autonomía tecnológica. Algunas veces ha impulsado, y debe volver a
ser, un motor de la integración suramericana.
Hay muchos y buenos
trabajos sobre esta corriente, sus ideas y sus realizaciones. Y se trata de un tema
que merece remarcarse con fuerza ante la nube amarilla que cubre el país, nube
de humo venenoso para la industria y la autonomía estratégica de la Nación.
Quisiera recordar tres
antecedentes que a veces pasan un poco desapercibidos.
El primero, más conocido
que reflexionado en la historia escolar, se refiere al General San Martín.
Antes de ser el jefe militar de la campaña libertadora fue gobernador
intendente de Cuyo. Sin haber leído “La Nación en armas”, porque faltaban
treinta años para que naciera Von de Goltz, organizó y movilizó aquella
provincia en pos de la campaña que se avecinaba. Entre otras, demostró dos
cosas sobre la capacidad de los argentinos: que podían producir buen vino
(existe una anécdota famosa sobre este punto), y que podían fabricar sus
propias armas. La localidad de Fray Luis Beltrán en Santa Fe, donde está una de
nuestras fábricas militares, recuerda el hecho y rinde homenaje al cura fabril,
metalúrgico y obrero.
El segundo sobre un tema
casi ausente de nuestra historia escolar, las guerras artiguistas contra
porteños y portugueses. Andrés Guacurary, indio guaraní, líder y gobernador,
establece en 1816 por indicación de Artigas un taller de reparación de armas en
San Carlos, Corrientes, y una fábrica de pólvora en Concepción, Misiones, en
1816. Antecedente cargado de significados sobre el que cabe meditar.
El último, tras la Guerra
de la Triple Alianza, en que logramos destruirnos recíprocamente, arrasando el
Paraguay y desangrando a nuestros países. Emilio Alvear, hijo del General
Alvear, vuelve de la guerra y dice:
"El Paraguay se ha bastado a si mismo durante
cinco años. Tuvieron Marina que ha peleado con honor. Ha sucumbido pero cada
disparo de cañón o de fusil que resuena en los montes marcando su agonía es de
pólvora, cañón y armas paraguayas. Entre nosotros es extranjera el arma que nos
mata, la que nos defiende y hasta el arma con la que vencemos. La espada de
Ituzaingó que me ha legado mi padre, lleva el escudo de Jorge II. ¡Cuánto daría
yo porque ella fuese tan argentina como el triunfo que simboliza!".
Es la decepción de un
hombre que alberga, tal vez, también una esperanza. La misma esperanza que debe
ayudarnos a sostener, ante los entreguistas de hoy, la dignidad y la soberanía
nacional.
. . . .
Otro aspecto del industrialismo militar digno de mayor
atención académica es la huella que ha dejado en sus construcciones y
arquitectura, concebidas, diseñadas y ejecutadas con objetivos precisos en un
marco determinado de visión del territorio y del Estado.
El Complejo Aeronáutico de Córdoba es uno de esos
antecedentes históricos. Posee una significación que se resiste en piedra a la
destrucción y al olvido, y que insta a recuperar el futuro. Hacerlo no sólo es
cuestión de pensamiento, voluntad, presupuesto, tecnologías científicas y
miradas orientadas hacia el aero-espacio. También de conocer, recuperar,
comprender, resguardar y enseñar esas instalaciones, su historia y la de los
procesos y productos que tuvieron allí su lugar.
Exhibir el patrimonio militar-cultural presenta
algunas dificultades adicionales a la hora de diseñar visitas guiadas y
educativas. Hay una funcionalidad militar que puede resultar interferida, lo
mismo que en cualquier fábrica compleja. Exige un esfuerzo extra para que no
perjudique o retrase tareas, y pueda cumplir el rol de proyectarla socialmente
explicando su sentido.
La base naval de Puerto Belgrano también tiene un
patrimonio arquitectónico gigantesco, impregnado del sentido de proyección
marítima del que es parte. Merece ser conocida y valorada no sólo por
especialistas, investigadores y personal de la Armada. Su construcción fue una
decisión nacional con ribetes épicos que merece rescatarse, proyectarse, volver
a darle sentido proyectado al futuro. Quizás comprenderlo mejor, adentro y afuera
de la base, hubiera impedido concebir y transformar en acción el cañoneo de la flota
de mar en Mar del Plata, su amenaza sobre Berisso y el gigantesco crimen de
bombardear la Plaza de Mayo.
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