Plazas y senderos que se bifurcan


Plazas y senderos que se bifurcan
La importancia de nuestras plazas como escenario de la construcción del destino político es un tema trillado. La plaza por antonomasia, la Plaza de Mayo de Buenos Aires, la de 1810, es una plaza de todos.
Bueno, casi todos. Hay que recordar que no fueron parte de aquella plaza los miembros de la Audiencia –el Poder Judicial de entonces- que los juntistas pusieron en un barco y despacharon a España a los pocos días. Hecho más consignado en la crónica escolar que tenido en cuenta en dos siglos de historia política.
La primera escisión de la plaza, la primera plaza que no fue de todos, fue la de “la asonada del 5 y 6 de abril”, la de los orilleros porteños. Fue la plaza en la que se metieron los invocados por la revolución que seguían tan afuera como antes. Para el sector morenista fue una maniobra de sus enemigos, manipulando ignorantes. Meses después, ya muerto Moreno, la parte más sana y decente de la población tuvo su revancha en octubre, mandando a la gente baja a la cocina de nuevo, alumbrando al infausto Primer Triunvirato. Éste fue expulsado a poco andar por un golpe militar incruento, que no fue exactamente una plaza.
La literatura peronista fijó en nuestras retinas la plaza inesperada y aluvional del 17 de Octubre, heredera en muchos aspectos de aquella de abril de 1811. Y consagró el mito de que la Plaza es de Perón, mito que impregnó la historia desde entonces, y mito que -con diversas suertes- muchos han querido emular. Galtieri y Alfonsín tuvieron sus plazas. La plaza propia se vuelve consigna, y es kirchnerista, es de las madres, . . .
La plaza es ágora pampeana, pero es sobre todo el as de espadas salvador. La plaza imprevista y aluvional del 17 de Octubre se instala en la cultura de tirios y troyanos como la jugada que desequilibra el tanteador, el golpe que resuelve el conflicto, sepultando bajo la multitud al polo opuesto. Es la pacífica e incruenta materialización de la sentencia sanmartiniana de abril del ’29: “en el estado de exaltación a que han llegado las pasiones, es imposible reunir los partidos en cuestión sin que quede otro arbitrio que el exterminio de uno de ellos”.
Es un mito que perdura, y es un mito con argumentos y sostén, pero es un mito. No es una verdad plena. Nuestra historia es una larga historia de plazas y contra-plazas.
En el año 30 hubo mucha gente en la plaza festejando la caída de Yrigoyen. La mirada superficial indicaba que el viejo caudillo estaba terminado, repudiado por el pueblo. Pocos años después, a su muerte, las multitudes honraban compungidas su memoria.
Un mes antes del 17 de Octubre, aunque no en la Plaza, una multitud marchó del Congreso a Recoleta. Por la Constitución y la Libertad, era la consigna. Doscientasmil personas encabezadas por políticos de la incipiente Unión Democrática y por jueces. Jueces como los que habían validado el golpe de Uriburu, y como los jueces militantes de hoy día. Una marcha de gentes mayoritariamente de clase media y alta, que tuvo la delicadeza de no lavar sus patas en fuente alguna.
Durante diez años el peronismo construyó una liturgia en la Plaza, con dos encuentros anuales de reafirmación ideológica, de comunicación del pueblo con su líder, de análisis político compartido, de auto-identificación colectiva, de exhibición de poderío a los contreras; el 1º de Mayo y el 17 de Octubre.
No obstante, en septiembre del año 55 una plaza plena y colmada vivaba a Lonardi, repudiaba a Perón y festejaba su caída. Como en 1930, no eran sólo un puñado de ricachones golpistas. Grandes contingentes de clase media, alentados por la prensa oligárquica y el golpismo -entonces armado-, explotando los errores, torpezas y falencias de los movimientos populares.
Mucho despistado sacando conclusiones generales a partir de anécdotas y chimentos, muchos ciertos. En cuanto a la corrupción, ayer como hoy, gente que se escandalizaba por el pequeño robo doméstico, por la sisa de la sirvienta, mientras le robaban el futuro y se llevaban toneladas de riquezas ante sus ojos, pero de traje y con guantes blancos.
Bobería que reaparece por ciclos, como el cometa Halley que visita la tierra puntualmente revestido de una falsa luminosidad, producto del reflejo solar sobre sus propios desperdicios.
¿Por qué unas plazas y unas marchas hacen historia y otras no?  El siempre agudo Arturo Jauretche comentaba su propia anécdota charlando con un amigo, que le comparaba preocupado una plaza con otra, y el viejo forjista decía que la diferencia estaba en la juventud que primaba en una, y los viejos rencorosos de la otra. A mi me parece que ese cuento de don Arturo es más pícaro que cierto, que tiene más de disputa y construcción de sentido que de explicación descriptiva.
Aquéllas movilizaciones gorilas no se sostuvieron porque el proyecto político que las articulaba y las desplegaba no tenía ningún interés en forjar un orden distinto inclusivo, extendido, igualitarista. Era una restauración del viejo proyecto elitista, para pocos, injusto. Al poco tiempo se desgranaron sus coaliciones, y no quedaban más que los núcleos revanchistas que tenían sólo negatividad. Como éstas que recorren hoy Sudamérica, formuladas a designio para desestabilizar gobiernos opositores al marco imperial que busca recolonizar nuestra región.
La movilización de las centrales sindicales, la de mujeres, la de docentes y la del 24 de marzo fueron tan contundentes por lo multitudinarias como por su contenido opositor al macrismo. Carácter opositor que el gobierno atizó y con el que se encargó de rotularlas.
Los hechos muestran el rechazo que ha ido generado en un año la restauración de privilegios económicos a costa del despojo de mayorías. La interpretación de esos hechos, sin embargo, es una disputa de sentidos que no se dirime sólo en la calle, y en la que la cadena nacional de medios privados intenta silenciar, dividir, condenar y provocar a toda la representación popular.
La contramarcha blanca fue una creación “espontánea” del gobierno a través de sus redes de cibernautas profesionales y periodistas mercenarios. Como en aquella vieja serie de Misión Imposible “si sale bien será nuestra, si sale mal culpa suya”. Muy inferior a las marchas opositoras, la marcha oficialista tuvo, no obstante, mucha gente movilizada para respaldar un gobierno tan lesivo como éste.
Ni un paro decidirá nuestra suerte, ni la seguidilla de marchas nos asegura la victoria; como tampoco nos derrota la contramarcha oficialista. La historia es proceso, el futuro es abierto y depende de nosotros.

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