Republicanos monarquistas
Republicanos
monarquistas
Es cosa digna de
ser meditada la actitud de compatriotas que ponen los ojos en blanco ante el
ceremonial, los fastos de palacio y la intimidad de la realeza europea. Entre
las explicaciones de revistas de peluquería y programas de chimentos no falta
el analista culto que nos ilustra sobre el rol de las monarquías europeas
modernas: se trata de un símbolo fuerte
que expresa la continuidad esencial de la Nación, las tradiciones milenarias
del pueblo y las funciones de representación del Estado, mientras que
sabiamente se deja en manos del canciller o del primer ministro la
administración del gobierno.
Algunos de esos
mismos compatriotas de pulsiones monárquicas salieron a defender “la república”
temerosos de los desbordes autoritarios escondidos en los pliegues e instintos
populistas del pueblo argentino. Esos mismos republicanos fervorosos de
cacerola bravía claman contra los males del populismo latinoamericano,
entendido como signo de primitivismo. Entienden que la búsqueda por parte de
mayorías nacionales de referencias fuertes, de líderes eternos -todo lo eternos
que un humano puede ser- líderes vitalicios para decirlo mejor, líderes hasta
que la muerte se los lleve, esa búsqueda de liderazgos perennes estaría vinculada
a grados de barbarie, falta de cultura, animismo precivilizatorio, debilidad constitutiva,
poca tradición y escasa vocación institucional. Una suerte de sustituto
precario y peligroso de una organización racional y perdurable del estado.
No parecen encontrar
contradicción alguna entre esta crítica por defecto de república y aquel
aplaudir a las monarquías europeas. Los pueblos de aquí son bárbaros por buscar
encarnar procesos en líderes plebiscitarios, los pueblos de allá son cultos por
darse monarcas.
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