¡ SÍ A LA CULTURA DEL TRABAJO ! (abril de 2017)
Basta de choriplaneros indolentes
¡ SÍ A LA CULTURA DEL TRABAJO !
Los que predican la cultura
del trabajo y el esfuerzo son los que han restaurado la bicicleta financiera.
Mientras gritan contra el
choripán y lo acusan de símbolo de barbarie y de indolencia, usan y abusan de
las lebac, consagradas como instrumento de finanza inteligente.
Una especie de cardumen de
palometas se ha enseñoreado del país, dilapida sus finanzas y chupa su
sustancia.
Traer dólares, cambiarlos
por pesos, comprar letras, esperar unos meses, cobrarlas, comprar dólares de
nuevo y llevárselos afuera, todo bien y todo legal, rinde en dólares más que
cualquier otro negocio en Argentina, y tasas que en el extranjero no se
consiguen.
¿Va a venir plata a
inversiones? ¿Va a prosperar cualquier actividad productiva que genere trabajo
estable y de calidad? No, son todas promesas vanas, mentiras lisas y llanas.
El endeudamiento sostiene
un ciclo perverso y ruinoso, como en otras épocas. Se restaura una tradición
oligárquica. El gobierno allana todo al capital, y el capital da estabilidad al
gobierno.
Por eso y para eso permiten
ahora comprar dólares sin límite, dólares que la gilada no puede comprar. Por
eso permiten llevárselos afuera sin problema. Por eso deuda y más deuda por la
que algunos cobran comisiones, pero no en sucias bolsas católicas y suburbanas,
sino a través de higiénicos oleoductos financieros.
La autorización de pago a
los buitre y al festival de endeudamiento es una mácula para los legisladores
que lo votaron. Mayor para aquéllos que fueron elegidos para oponerse.
El endeudamiento tiene por
objeto ser anestesia social mientras se enajena el patrimonio de los argentinos
y se encadena la soberanía nacional.
Como en esas estafas de
película, cuando los estafados caigan en la cuenta del engaño y quieran ir a
reclamar al mejor equipo en años, a los predicadores de honestidad, orden y
progreso, encontrarán el local vacío.
Tan vacío como las cabezas
que les creyeron y el corazón de los que fueron cómplices.
cultura del trabajo 2
Tras un paro
general tan demorado como categórico, los gestos presidenciales fueron de
estudiada ignorancia y de abierta provocación. Se ufanó de estar trabajando al
mostrarse con banqueros en Puerto Madero, y en otro acto, en la cara de
sindicalistas, arengó sobre trabajar sábado y domingo, y descubrió mafias en el
lecho en que dormía su larga siesta.
Sus ministros
salieron a explicar que la huelga es una herramienta que atrasa, que ya no
vale, que no es moderna y que las hay mejores. No se sabe cuáles serían esos
métodos novedosos, pero cabe pensar que frente a un gobierno que intenta
retrotraernos a tiempos anteriores a Yrigoyen, una herramienta como la huelga
tenga todavía mucho para dar.
Se acabó el
romance con los sindicatos, que volvieron a ser lo que siempre para las
patronales reaccionarias. Critican ahora a los sindicalistas pero lo que no
quieren es sindicatos. Estorban para bajar “el costo del salario”, su objetivo
declarado.
No es cierto que promuevan la cultura del trabajo,
sino que provocan de manera cizañera divisiones de pobres contra pobres, o mejor
dicho, entre pobres y clase media, o entre pobres sindicalizados y pobres
cuentapropistas. Promueven un odio antisindical que lejos está de ser crítica a
la burocratización y el pactismo de algunos (o demasiados) dirigentes.
Quieren mano de obra desorganizada, suelta, barata
y dócil. Todo lo demás son mentiras para dotar de argumentos a cierta clase
media que se cree aristocracia.
Esta porción de clase media es gente conservadora que
respeta a quienes tienen dinero y poder, aspira a relacionarse y a
tratarlos, y celosamente no quiere que
otros lo hagan. Se identifican con "los jefes" y creen que gozarán de
su favor si atacan a todo el que aspire a compartir lo que esos jefes tienen.
El almuerzo más famoso de la TV argentina, modesto Versalles de cartón pintado
y chabacana versión de la distinción de la Corte, opera como modesto vínculo y
referente simbólico.
Sectores medios de
falsa conciencia que no anhelan la igualdad ni la justicia, sino que mendigan
la gracia. A nivel inconsciente, claro, pero tan en la superficie que sólo
ellos no lo ven.
Un cacho de
cultura
Cultura del trabajo 3
Cuando se quiere despreciar
a pobres, villeros bolivianos, santiagueños y paraguayos pero se tiene algún
recato para decir abiertamente “hay que
matarlos a todos”, sale a relucir un argumento: la cultura del trabajo y
del esfuerzo.
Esta verdad deviene
enseguida a un lugar común con pretensiones de superioridad: “mi abuelito era pobre, sí, pero vino de
Italia a trabajar”. A lo que puede sumarse que “les dan comida y plata para comprar su voto”, “se gastan la asignación
universal en droga y en vino”, “se embarazan para cobrar los $250” y
lindezas por el estilo, propaladas por periodistas que ganan fortunas por hacer
comentarios venenosos, y repetidas por dirigentes que presumen de ilustrados.
Por cierto que es
importante recuperar la cultura del trabajo.
Los gorilas criticaban a Perón y sobre todo a Eva Duarte diciendo que
daban dádivas. Mentían y mienten todavía. Una mezcla de mala fe con incapacidad
de ver por puro odio y rencor. Rencor de clase que no soporta la igualdad con
el dominado de ayer, y falsa conciencia de clase de unos cuantos recién
llegados que quieren quitar la escalera de ascenso al que viene más tarde.
Al discurso y la práctica igualitarista Perón le sumó una consigna
“gobernar es crear trabajo”.
Las clases altas dijeron entonces que era demagogia. Las damas de
beneficencia rechazaron a Eva Perón por torpeza y cerrazón, pero sobre todo
porque el Estado sustituía la gracia por la justicia. El paternalismo
asistencialista estaba en ellas, que eran –vale reconocerlo- el rostro más
humano de esa oligarquía rapaz.
El peronismo genero empleo con niveles crecientes de formalidad pero no
descuidó la ayuda social, que tuvo una dimensión superior a la de tiempos más
actuales. La idea era que, durante el tiempo que demoraba en implementarse la
política de integrar en el trabajo, había que atender a quienes no estaban
incluidos, y a quienes habían estado fuera por años y tenían dificultad de
sumarse.
Lo que no había en aquellos tiempos eran políticas sociales
asistenciales universales. También había menos gente y una economía con
capacidad de absorber personal, cosa que tuvo un punto de inflexión a fines de
los '70 en el mundo.
Cultura del trabajo 4
Tras la recuperación de la
democracia alumbró la caja pan, paliativo radical anunciado como temporal y de
emergencia para afrontar la pobreza forjada por la dictadura. Se denunció por
aquel tiempo que se generalizaba su uso con picardía electoralista, y el
desastroso final económico del gobierno alfonsinista no permitió ciertamente ir
replegando la ayuda social porque el deterioro del empleo conspiraba para la
ansiada recuperación de la cultura del trabajo.
El mismo esquema siguió con
mero cambio de nombre hasta que se afianzó la convertibilidad, y aún cuando
ésta trajo alivio por la inflación, trajo desempleo sostenido y en aumento. En
aquel marco de ajuste perpetuo, privatizaciones y protestas crecientes el
menemismo desplegó novedosas herramientas de moda en Europa. Las llamadas
políticas focalizadas eran una multitud de pequeños programas de
clientelismo direccionado, cuyo objetivo
estaba puesto en inhibir y retardar las protestas. Actualizando el viejo adagio
de “inventan la pobreza y nos dan la limosna”, y sostenidos parcialmente por
organismos internacionales y endeudamiento externo, generaban subsidios e
incentivos para un diez o veinte por ciento de los necesitados, imponiendo una
rotación con el argumento de que no debía volverse eterno. Ese argumento era falazmente copiado de la
España que entraba en la Comunidad Europea, en que se destruían núcleos
completos de producción a favor de alemanes y franceses. El desempleo era
transitorio y los programas temporales sostenían al desocupado hasta que
volviera a un mercado que tenía capacidad de generar otros empleos. Ese no era
el caso argentino, y la rotación sólo era para ir calmando a los más críticos e
ir apagando los focos de incendio. Desvistiendo un Santo para vestir otro
también se establecía un sistema de amenaza y favor. Los planes trabajar fueron
de aquel tiempo y de aquel diseño, y los más conocidos entre aquellos
programas. El financiamiento internacional entremezclado en cada uno de los
ítems presupuestarios, que los funcionarios debían negociar permanentemente con
grises e interesados burócratas internacionales, imponía una dependencia sobre
el propio contenido y orientación de los programas.
El esquema se mantuvo sin
cambios durante el gobierno aliancista, con presupuesto menguante, torpeza y
recesión creciente.
Duhalde comenzó a revertir
la tendencia con universalizaciones incompletas, y realizó una obra enorme en
un contexto de catástrofe social. Venía de una práctica generalizada de
políticas clientelistas en el conurbano bonaerense, algo por lo que lo
atacaron, exagerando, sus enemigos internos y la prensa hostil, forjándole una
imagen que no pudo revertir.
Mucho más desarrollista y
keynesiano que comunista, el kirchnerismo mantuvo la tendencia de Duhalde de ir
universalizando los programas. Cortó el financiamiento internacional, una
positiva medida que pasó inadvertida a la Vulgata periodística para la que sólo
hay planes prebendarios y demagógicos.
Surgió un problema: ¿qué hacer mientras se recupera
el empleo? ¿debe brindarse ayuda social? ¿de qué modo? ¿por derechos, por
solidaridad, por reactivar el consumo, por seguridad? ¿por todo mezclado?
Se apostó a que la
recuperación de la industria y el comercio fueran absorbiendo a los necesitados
en el mercado de empleo formal. Esa recuperación tuvo un freno más o menos por
el tiempo en que se desató la crisis internacional de las subprime, que sin
duda influyó en parte sobre la cuestión.
Se procuró pasar los viejos planes trabajar reconvertidos por Duhalde a
una prestación por desempleo casi universal, en subsidios y transferencias a
cooperativas.
Recién cuando se estancó el
crecimiento del empleo formal y el límite pareció difícil de superar, y tras la
derrota en las elecciones de 2009, se estableció la asignación universal por
hijo
Cualquiera se da cuenta de
que es un programa universal que no se brinda por medio de ninguna mediación
clientelar posible, mérito que el coro de maledicentes acríticos no le
reconoce.
Cualquiera se da cuenta que si hubiese habido afán demagógico se hubiera
implementado antes y no después de las elecciones.
Cualquiera se da cuenta de que el kirchnerismo vivió como una concesión
no poder resolver el problema del empleo solamente con la reconstrucción de
puestos de trabajo formalizados en la actividad industrial.
Por eso no sostuvo de inicio políticas universales de ayuda o de ingreso
ciudadano. Durante los ’90 y principios de la primera década del siglo, quienes
impulsaban estas ideas eran la CTA y, luego, el ARI de la señora Carrió. Rubén Lo Vuolo fue su profeta en solitario durante
una década.
Lo curioso es que quienes exigían políticas
universales para combatir el clientelismo peronista, se opusieron a la AUH
apenas la estableció el kirchnerismo. Las usinas ideológicas conservadoras la
estigmatizaron como un nuevo “plan”, y rápidamente nació un mito de naturaleza
híbrida que se suma a los clásicos. Los centauros, sátiros y esfinges tienen un
nuevo compañero, el chori-planero, hijo de la incomprensión y el desprecio
racista y de la mala fe periodística.
Bajo el gobierno de cambiemos, y contra su cínico
discurso, se ha destruido trabajo formal e informal en dimensiones pavorosas,
no vistas en 14 años. Las políticas que toma cambiemos apuntan a proseguir con
esa tendencia, y a precarizar la calidad del trabajo. Sus dichos y sus gestos
avalan e inducen esa tendencia favorable a las patronales.
La quita de retenciones a las mineras se tradujo
inmediatamente en destrucción de puestos de trabajo asociados, ya que aquéllas
-al poder además girar esos dólares a sus países- abandonaron la producción
local y volvieron a importar partes e insumos. Con el agro pasa algo parecido,
aunque más complejo y en menor medida. Sus cadenas exitosas suman divisas pero no empleo. Se siembra más trigo pero aumenta el pan.
Mentir y confundir sobre “los planes” busca
deslegitimar la solidaridad social y la reorientación de riquezas a través de
los impuestos y el gasto público. El
gobierno condena un fantasma de 15 años atrás -“los planes”- para legitimar el
recorte de políticas de fomento al consumo y al mercado interno. Al mismo
tiempo promueve ampliar, ahora sí, planes para restaurar el clientelismo, que
fue una costumbre tradicional de los conservadores.
Bueno es recordar que en vez del choripán movilizatorio cultivaban la
empanada preelectoral, el favor de los jueces de paz y la violencia de las
policías bravas, para sostener el fraude y que votaran hasta los muertos.
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